La integración académica y cultural a la universidad de los jóvenes universitarios. Un modelo de análisis y la implementación de políticas institucionales
Línea TemÁtica:PrÁcticas para reducir el abandono: acceso a la educaciÓn superior, integraciÓn a las instituciones e intervenciones curriculares.

De Garay, Adrián
Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Azcapotzalco.
México
e-mail: [email protected]

Resumen. A través del conjunto de prácticas académicas y de consumo cultural que realizan los jóvenes universitarios desde que asisten por primera vez a la universidad, se da inicio a lo que llamo el proceso de integración. A partir de la aplicación de un cuestionario desde el año 2003 a todos los estudiantes de nuevo ingreso, así como de otro cuestionario aplicado a un año de estudios en todas las licenciaturas que se imparten en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco (UAM-AZC) en la Ciudad de México, he desarrollado un modelo analítico que permite hacer observable los distintos niveles de integración de los jóvenes universitarios al sistema académico y cultural de la Universidad.De esta forma, construí tres niveles de integración de los estudiantes a la universidad, a saber:Alta integración, Media integración y Baja integración, mismos que corresponden al tipo y frecuencia de las prácticas académicas y culturales que llevan a cabo en la universidad.Los resultados arrojados entre el año 2003 y 2005 muestran que, en promedio, el 60.5% de los estudiantes se localizaban dentro de los de Media integración, 21% Alta integración y 18.5% Baja integración.

Por su parte, con el uso de modelos estadísticos de regresión, identifiqué los distintos factores que inciden en la integración a la universidad para las generaciones de 2003 a 2005. Las variables que resultaron no ser significativas fueron: el perfil socioeconómico, la escolaridad de los padres, la trayectoria escolar previa y el sexo. Los factores que resultaron significativos fueron el capital cultural en su estado objetivado, el menor consumo televisivo, las prácticas de consumo cultural al interior de la institución y las prácticas pedagógicas del profesorado. Con los resultados obtenidos, se instrumentaron diversas políticas académicas y culturales a partir del año 2005 para favorecer la integración de los estudiantes a la Universidad, mismas que se han reflejado positivamente en el cambio en los niveles de integración a la Universidad para el 2011: Media integración el 62.5%, Alta integración 23.5% y Baja integración 14%, con lo que se ha reducido el abandono escolar en un 8% en el primer año.

Descriptores o Palabras Clave: Perfiles de Integración, Trayectorias Educativas, Factores que Inciden en la Integración, Políticas Institucionales.

Introducción.

La integración es un proceso que consiste en descubrir y asimilar la información tácita y las rutinas en las prácticas escolares de la enseñanza superior. Un proceso en el que los sujetos estudiantiles son reconocidos socialmente de manera paulatina como individuos competentes, en la medida que se produce una adecuación entre las exigencias universitarias, en términos de contenido intelectual, los métodos de exposición del saber, de los conocimientos adquiridos, y de los hábitos de trabajo que desarrollan los propios jóvenes dentro y fuera de las aulas de clase.

Desde mi perspectiva, el proceso de integración es un periodo de múltiples transiciones que se articulan de manera compleja y desigual, además de que no se distribuyen homogéneamente en todo el cuerpo social del estudiantado. Dicho proceso implica apuestas de poder, ritos escolares y sacrificios personales que se gestan en el tiempo que los jóvenes permanecen y transitan por la institución, a través del cual es posible advertir la detentación relativa de las reglas básicas que imperan en el sistema académico de la universidad.

Hay que destacar que el proceso de integración no debe concebirse como algo lineal en todos los sectores estudiantiles, ni con tiempos claramente preestablecidos y en el que sólo el contexto escolar juega un papel relevante. La detección, el desciframiento y la incorporación de los códigos propios de la academia universitaria pueden ser construidos con rapidez por ciertos sectores de jóvenes; para otros el proceso puede durar varios trimestres o semestres, e incluso muchos más nunca lograrán una plena integración. Más aún, se puede sostener que determinados jóvenes universitarios se pueden ver involucrados en procesos de des-integración en distintos momentos de su trayectoria escolar. Producto de ajustes entre diversos ciclos institucionales, desde el propiamente biográfico, hasta el laboral, el familiar y el mismo escolar, pueden incidir de manera diferencial y compleja en dicho proceso.

Pero ¿De qué depende la integración de los jóvenes universitarios al sistema académico de la institución?, ¿En qué medida los atributos sociales de los jóvenes y los procesos escolares y culturales contribuyen en la integración?

Para responder a estas preguntas, desde el año 2003 se aplica un cuestionario al conjunto de los estudiantes al momento que ingresan a la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, así como un año después de su tránsito por la institución.

El cuestionario está diseñado para obtener información de los estudiantes en varias dimensiones de observación, a saber: Perfil demográfico y socioeconómico, Trayectoria escolar previa, Prácticas académicas y culturales desarrolladas durante el primer año de estudios, y opinión del desempeño del profesorado.

A partir de ello, construí una tipología sobre los diversos niveles de integración a la universidad por parte de los estudiantes, y con el diseño de modelos de regresión estadística ha sido posible identificar los factores que incidieron en la integración para las generaciones 2003-2005,

Como resultado del análisis, entre el año 2005 y el 2009 se instrumentaron diversas políticas institucionales con objeto de favorecer la integración de los estudiantes a la Universidad. Políticas que empiezan a arrojar buenos resultados para disminuir el abandono o deserción escolar.

2. Planteamiento del problema teórico.

Como se sabe, en el campo de la investigación educativa han ejercido una fuerte influencia los planteamientos teóricos de Althusser, Bourdieu, Passeron, Establet y Baudelot. Estos autores le han otorgado al origen social de los sujetos estudiantiles el factor explicativo de los procesos y prácticas sociales que ocurren al interior de la institución escolar.

Desde esta perspectiva, si los estudiantes provienen de familias de escasos recursos económicos, y/o sus padres no cuentan con una alta escolaridad, y/o tienen un bajo o nulo capital cultural en su estado objetivado, es explicable que dicha población no manifieste prácticas escolares que garanticen un desempeño y tránsito idóneo por los estudios profesionales.

Se trata de una visión teórica que tiende a negar cualquier capacidad personal a los sujetos educandos para que con su esfuerzo, dedicación y estableciendo estrategias diversas con sus grupos de pares y el profesorado, así como las políticas de las autoridades logren integrarse al sistema académico universitario.

Al atribuir al origen social de los jóvenes universitarios la causa que explica la diversidad de prácticas académicas de los mismos, conduce casi irremediablemente a la tesis de que poco o nada puede hacer la institución escolar para conseguir mejorar sus tasas de egreso, reducir los índices de reprobación y formar mejores profesionistas. En suma, la posición teórica según la cual “origen es destino”, contiene una visión política pesimista con relación a las posibilidades que tiene una institución educativa para construir políticas específicas, mismas que fomenten una mayor equidad educativa entre la población juvenil que se admite en cada ciclo escolar. Una postura que en el extremo considera que para contar con estudiantes activos, dedicados, comprometidos e inteligentes, basta con modificar los procesos de selección de los aspirantes al momento de ingresar a la universidad.

En definitiva, la solución al perfil del estudiante ideal se encuentra antes de que los jóvenes pisen las aulas, talleres, laboratorios y bibliotecas de las instituciones de educación superior, y no es pensado como un largo proceso donde, si bien pueden reconocerse las diferencias de origen social y cultural de los jóvenes, el papel de la propia escuela y los procesos de socialización que ahí se generan pueden resultar definitivos.

Ahora bien, otras corrientes críticas de la postura anterior, desde perspectivas analíticas, estrategias, métodos de investigación y resultados muy diversos, han construido un campo de investigación que tiene, como eje central de sus postulados, el sostener que el éxito, fracaso y abandono de los estudios universitarios se explican por un sin fin de causas, procesos y prácticas sociales que se llevan a efecto al interior de las instituciones en las que se ven inmersos los jóvenes, desde que inician sus estudios profesionales, y a lo largo de su trayectoria educativa.

Dentro de las aportaciones teóricas que retomo para el análisis de mi trabajo de investigación, considero la contribución de la escuela etnometodológica a los estudios sobre educación. En 1963, los trabajos de Cicourel y Kitsuse fueron los pioneros en esta línea. Dedicados al estudio de la toma de decisiones en el terreno educativo, parten de la idea de que la escuela constituye un mecanismo de diferenciación social, y “se hacen eco de una gran cantidad de estudios que demuestran que los resultados escolares de los estudiantes (…) no son debidos al nivel intelectual, al historial académico anterior, o incluso, a las posibilidades económicas de sus padres” (Coulon, 1995:123). A través de la descripción y análisis de las prácticas de los actores del sistema educativo: alumnos, profesores, directivos y padres de familia, ambos autores mostrarán que la desigualdad educativa se gesta todos los días en la escuela, no es una desigualdad instituida con antelación a la incorporación de los jóvenes a la universidad como suponen algunos autores, donde el papel de la institución escolar se reduce a reproducir el status quo.

Otra perspectiva teórica que considero, proveniente de la tradición antropológica, son autores como Mc.Dermott y Erickson que analizan hasta qué punto las interacciones en el salón de clases favorecen el proceso de aprendizaje y la integración académica. No se trata de una perspectiva analítica que se centre en los métodos de pedagógicos, sino en el proceso de relaciones que se llevan a cabo en la vida cotidiana en las aulas entre alumnos y profesores. Mc. Dermont llega a la conclusión de que el aprendizaje que se consolida, generando frutos y éxito escolar, es el que descansa en las relaciones de confianza que el profesor entabla con sus alumnos y viceversa. (Mc.Dermott, 1976; Erickson, 1975).

Finalmente, otros autores como Astin (1997), Díaz de Rada (1996), Coulon (1990), Pascarella y Terenzini (1991 y 1996), Elrich(1998), ponen el acento en el estudio de las prácticas sociales y culturales, así como los contextos en los que se llevan a cabo, para mostrar que en el proceso de integración al mundo académico por parte de los jóvenes universitarios, inciden un sin fin de factores que ocurren en buena medida con relativa independencia del origen social del que provienen, pero sin desatender el hecho de que en determinados contextos socioculturales la procedencia social y étnica pueden constituir un obstáculo para el desarrollo académico de los educandos.

3. La construcción metodológica de los niveles de integración y sus resultados.

Con la información del cuestionario, construí una agrupación de los estudiantes en tres categorías, las cuales nos permiten observar los niveles de integración al sistema académico de la Institución, a saber:

Baja integración. Se trata de jóvenes que se caracterizan por una nula presencia activa en las sesiones de clase, esto es, pese a que asisten regularmente a sus clases, aunque no son muy puntuales, no establecen una relación productiva con sus compañeros y con el profesorado, además de dedicarle muy pocas horas a la semana a la lectura de textos escolares ya la preparación de trabajos escolares. Son sujetos que transitan por la educación superior, pero sin ajustarse plenamente a las reglas y normas que formalmente la institución ha establecido para cumplir sus objetivos.

Media integración. Los jóvenes agrupados en esta categoría comprende dos perfiles: uno se caracteriza por sujetos que tienen una esporádica presencia activa en clase, pero que emplean buena parte de su tiempo extraclase en leer y preparar trabajos escolares; otros son participativos pero no dedican tiempo, o lo hacen muy poco, en la realización de trabajos escolares y a la lectura de libros especializados de sus propias carreras. Son alumnos que han interiorizado fragmentariamente la practicidad de las reglas de la vida académica de la universidad.

Alta integración. Son jóvenes que tienen una constante presencia activa en clase e invierten una importante cantidad de su tiempo extraclase en la lectura de textos relacionados con el contenido de sus cursos, o bien en la elaboración de diversos trabajos escolares que sus profesores les encargan. Se trata de un sector plenamente incorporado a los códigos y exigencias de las pautas de aprendizaje de la institución universitaria.

Para las generaciones que ingresaron a la Universidad entre el año 2003 y el 2005, a un año de trayectoria el 60.5% se localizaba en el grupo de Media integración, otro 21% en Alta integración y un 18.5% en Baja integración. Para las generaciones que ingresaron entre el 2005 y el 2011, las distribución de la población varió de manera positiva: el 62.5% de los estudiantes se localizaban dentro de los de Media integración, 23.5% Alta integración y 14% Baja integración. Desde mi punto de vista, el cambio se debe en buena medida a las políticas institucionales emprendidas, producto de los resultados de investigación obtenidos que a continuación desarrollo. (Cuadro 1).

Cuadro 1    
Niveles de Integración a la Universidad
  2003-2005 2011
Baja Integración 18.5% 14.0%
Media Integración 60.5% 62.5%
Alta Integración 21.0% 23.5%

Por su parte, empleando la técnica estadística de modelos de regresión logística, fue posible identificar los distintos factores que inciden o no para que los jóvenes universitarios se integren a la vida académica de la Universidad.

Los factores que resultaron no ser significativos fueron: el perfil socioeconómico, la escolaridad de los padres, la trayectoria escolar previa y el sexo.

En primer término, confirméque el perfil socioeconómico, para el conjunto de los jóvenes que permanecen en la UAM, no constituye un factor significativo que repercuta en el proceso de integración académica. Pese a que el 53.4% forman parte del estrato Bajo, éste no representa un signo de diferenciación notable.

En segundo lugar, encontré que la escolaridad de los padres tampoco es un componente que influya para que los jóvenes universitarios logren mantenerse integrados al sistema académico de la UAM. Con independencia de que el 69% de nuestra población proviene de familias en que ambos padres no tuvieron la oportunidad de tener acceso a la educación superior, los jóvenes llevan a cabo una serie de prácticas escolares que les está garantizando permanecer en la universidad.En la práctica dichas diferencias no constituyen un factor que discrimine la posibilidad real de integrarse al sistema académico de la UAM.

En tercer lugar, la dimensión de trayectoria escolar previa al ingreso a la universidad no resultó tener un efecto significativo sobre el nivel de integración académica de los jóvenes universitarios. La concepción de sentido común prevaleciente en amplios sectores sociales, particularmente entre la clase media mexicana, por no hablar también del profesorado y las autoridades educativas, en el sentido de que las escuelas privadas marcan diferencias infranqueables en comparación con las públicas pierde sustento, al menos para el caso de los estudiantes de la UAM. Provenir de un historial académico previo desarrollado en escuelas particulares o públicas tampoco marca diferencias de fondo en el proceso de integración de los jóvenes de la UAM.

En cuarto y último lugar, la condición de sexo tampoco es un factor que permita explicar el hecho de que los jóvenes universitarios se integren al mundo académico de la Universidad. Al menos en lo que se refiere al diferencial de prácticas escolares, la institución escolar, así como los procesos de interacción cotidiana entre mujeres y hombres son de tal naturaleza que tanto unas como otros han desarrollado las habilidades y capacidades suficientes para estar en igualdad de condiciones para estar integrados al sistema académico.

Los factores que resultaron significativos fueron el capital cultural en su estado objetivado, las prácticas de consumo cultural al interior de la institución, el menor consumo televisivo ylas prácticas pedagógicas del profesorado.

En primer lugar, para construir una mirada al capital cultural en su estado objetivado, utilicé cinco variables, a saber: si tienen en sus hogares de residencia librero, enciclopedia, libros especializados, diccionario y escritorio y/o mesa, y/o restirador.

Los resultados encontrados manifiestan que la probabilidad de ser un joven integradoaumenta si su capital cultural en estado objetivado se ubica en el nivel Alto o Medio, en comparación con los de nivel Bajo. De acuerdo a los parámetros estimados en el modelo, el efecto del capital cultural en su estado objetivado es de tal naturaleza que casi se duplica la probabilidad de ser un joven integrado si se pertenece al nivel Alto oMedio. (Exp:1.992 y 1.765).

En segundo lugar, la universidad no sólo es un centro de capacitación profesional, es también una institución que tiene como propósito formar individuos que se encuentran en proceso de conformación definitiva de sus valores, creencias y expectativas de vida futura, y aunque su estructura y funcionamiento se centra en la transmisión y generación de conocimientos, en ella ocurren muchos otros procesos que, lamentablemente, pasan inadvertidos para la mayoría de las autoridades y el profesorado. En este sentido, resultó importante indagar de qué forma los jóvenes universitarios participan e incorporan a su vida cotidiana la oferta cultural que la universidad ofrece, esto es, cuántas y cuáles son las prácticas de consumo típicas de los jóvenes universitarios de la UAM.

Para ello, mi foco de interés primordial se concentró en las prácticas culturales cuya realización depende básicamente de la oferta cultural que hace la misma institución en sus diferentes instalaciones, como es la asistencia y el consumo de obras de teatro, danza, funciones de cine, exposiciones pictóricas y conciertos de música.

En este sentido, la dimensión de prácticas de consumo cultural de la oferta de la Universidad resultó ser significativa, esto implica que la probabilidad de ser un joven integrado al sistema académico es mayor si los jóvenes tienen un Alto o Medio nivel de asistencia a la mayoría de las opciones culturales que tiene la universidad en comparación con los que tienen un Nulo consumo. La posibilidad es cuatro y dos veces mayor respectivamente. (Sig: .000 y .000; Exp:.4.092 y 2.493).

En la medida que la institución universitaria se conciba como un espacio donde los jóvenes no sólo acuden a sus aulas a nutrirse de conocimientos, sino también como un espacio privilegiado donde pueden tener contacto y formarse en torno a distintas expresiones culturales, las posibilidades de integración académica son mayores. La sociabilidad universitaria no se limita a las interacciones sociales de que son partícipes los jóvenes en el salón de clase. Las prácticas de consumo cultural al interior de cada plantel son también espacios de socialización poderosos para facilitar el proceso de integración.

En este sentido, la tan mentada “formación integral” de los estudiantes pasa obligadamente por la formación de sujetos cultos y conocedores de las distintas manifestaciones artísticas, así como por la capacidad institucional para incentivar la capacidad creativa y estética de los propios sujetos en continua interacción con sus pares.

En tercer lugar se encuentra la dimensión de consumo televisivo entre semana. En este caso, la probabilidad de ser un joven universitario del grupo de Alta o Media integración en contraste con los del grupo de Baja integración aumenta en la medida que disminuye el número de horas que le dedican a ver la televisión. En esta dimensión se registra el mayor efecto de todas las analizadas, ya que se multiplica prácticamente por nueve veces la probabilidad estar integrado si no se invierte tiempo en la televisión, o se triplica para los medianamente integrados. (Sig: .000, 002; Exp: 8.838 y 3.560).

Aunque desafortunadamente no existen muchos estudios sobre la recepción televisiva de jóvenes universitarios, los hallazgos de investigación en México y otros países sobre el consumo televisivo de los niños, o de jóvenes que aún no llegan a la edad típica para estar en la universidad, han mostrado que existe una considerable relación entre el bajo desempeño escolar y el creciente número de horas que le dedican a ver televisión. No en balde, por ejemplo, existen importantes organismos en Estados Unidos que realizan campañas permanentes hacia los padres y las escuelas para aminorar o contrarrestar el efecto que produce entre los niños una larga exposición a la televisión.

Los jóvenes de hoy son producto de la expansión de la importancia que la televisión adquirió desde la década de los ochenta, justo cuando eran niños. Nuestros jóvenes universitarios fueron así la primera generación que creció con MTV, con las televisiones de control remoto y el consecuente “zapping”. El problema de fondo no es solamente que los jóvenes universitarios vean o no televisión, si bien es cierto que su consumo es inferior a otros sectores de jóvenes, sino que siguen encontrando en sus productos cotidianos un espacio de formación cultural más atractivo que lo que la institución escolar ofrece en sus aulas, talleres y laboratorios. En este terreno, la educación mexicana está “perdiendo la guerra”.

En tanto que no se transforme paulatinamente el tipo de educación imperante en México, millones de niños y jóvenes continuarán encontrando en la televisión un mejor espacio de socialización y formación cultural en comparación con lo que encuentran en la escuela. La tensión entre los códigos de la academia, generalmente rígidos, fríos, estáticos, y los códigos flexibles, veloces, desestructurados con los que se desenvuelven los medios de comunicación como la televisión, el cine y el video, el internet, es una realidad en la que se encuentran miles de jóvenes de la UAM y ante lo cual no se han construido alternativas educativas eficaces.

En cuarto lugar, las prácticas pedagógicas del profesorado constituyen otro factor que incide, aunque con variantes importantes, en la integración de los estudiantes. Para el caso de la comparación entre el grupo de Alta integración y Baja integración no existe una relación significativa, lo que quiere decir que la probabilidad de ser un joven integrado al sistema académico, a diferencia de los que no lo están, no depende de las prácticas pedagógicas que, según ellos, llevan a cabo el conjunto de sus profesores. (Sig:.334, .166 y .318). Este resultado puede conducir a una conclusión desalentadora: si realizar dinámicas de grupo, ofrecer asesorías fuera del aula, regresar los trabajos escolares con correcciones, emplear las TICS, etcétera, no constituyen un factor diferencial entre los alumnos con Alta y Baja integración ¿Qué sentido tiene llevar a cabo un esfuerzo en este terreno? Pero como veremos más adelante, en algunos sectores de jóvenes universitarios las prácticas pedagógicas de los profesores son importantes.

La comparación entre el grupo de Media integración y Baja integración muestra que solamente en la categoría de “profesores activos y dictan” se encontró una relación significativa. (.001). De hecho, la probabilidad de estar medianamente integrado se duplica si los jóvenes aprecian que sus profesores, en general, combinan una serie de prácticas docentes que denominamos activas y al mismo tiempo continúan empleando el método del dictado. (Exp: 2.167).

Entendiendo la integración como un proceso complejo, no supeditado a tiempos y momentos escolares claramente discernibles, con avances y retrocesos diversos, puede sostenerse que el papel de los profesores juega un papel relevante para incorporar a los jóvenes a las reglas de la vida académica universitaria, particularmente entre aquellos que no han conseguido integrarse plenamente. Si para los jóvenes que forman parte del grupo de Alta integración los maestros no son un factor condicionante, se debe, quizá, a que ya incorporaron a su habitus las reglas y normas institucionales, y en alguna fase del proceso el papel de los profesores fue importante, pero ahora desarrollan su trabajo escolar con relativa independencia del tipo de profesores que les imparten clases; o bien se trata de sujetos que desde que iniciaron sus estudios de licenciatura dominaban la practicidad de las reglas del mundo escolar producto de su experiencia educativa previa, para lo cual la diversidad de prácticas pedagógicas de sus profesores les es indiferente.

Como puede notarse, de los factores que incidieron para lograr una mayor integración a la Universidad, uno dos de ellos se refiere a las características de los estudiantes con independencia de la institución: poseer un alto capital cultural objetivado. Uno más tiene que ver con los habitus culturales de los jóvenes universitarios que traen consigo con anterioridad a su ingreso a la universidad: el mayor o menor consumo televisivo. Y dos factores que explican las probabilidades de una mayor integración están plenamente vinculados a lo que acontece al interior de la Universidad, al menos durante el primer año de estudios: el nivel de consumo cultural de la oferta institucional por parte de los jóvenes y el tipo de prácticas pedagógicas de un sector del profesorado para un determinado grupo de estudiantes.

4. Algunas de las políticas institucionales implementadas para favorecer la integración.

A partir de mediados de 2005, con la renovación de las máximas autoridades que dirigen la Unidad Azcapotzalco de la UAM, se dieron las condiciones para impulsar una serie de propuestas, muchas de las cuales las había plasmado en mis escritos de investigación, con lo que fue posible emprender una gran cantidad de políticas y acciones a distintos niveles y con resultados muy diversos. Sin embargo, me concentraré en exponer las que considero más relevantes, con las cuales se lograron avances importantes para atender al sector estudiantil en la Universidad. Para decirlo en los términos de mi trabajo de investigación, conseguir que un mayor número de jóvenes universitarios se integraran al sistema académico y social de la Institución para así permitir una mejor formación profesional y cultural, reducir el rezago, el abandono y la deserción escolar.

Programa de Integración a la Vida Universitaria (PIVU). La integración a la universidad en el primer año de estudios representa para amplios sectores de jóvenes un profundo cambio en comparación con su experiencia académica, social y cultural previa. En esta óptica, desde antes del 2005 se implementaba el Programa de Integración a la Vida Universitaria, el cual requería, desde mi perspectiva, un nuevo impulso institucional. Para tal efecto, se conformó una instancia que se denominó Centro de Enlace Estudiantil que tuvo como principal responsabilidad realizar diversos proyectos académicos, culturales, deportivos y recreativos que fomentaran la integración de los alumnos a la vida universitaria pero que no se limitara a la primera semana de actividades escolares.

Un evento medular de la Unidad y del Centro fue la Entrega de Reconocimientos a los Alumnos con Mejor Desempeño Académico durante el Primer Año de Licenciatura, con el objetivo de motivar a los estudiantes a mantener un buen rendimiento académico, mediante una ceremonia pública a la cual se invitaba no sólo los alumnos premiados, sino también a sus familiares y amigos.

Igualmente se diseñó y editó una Guía para los Alumnos de Nuevo Ingreso con objeto de que conozcan, desde el comienzo de sus estudios, la organización académico- administrativa de la Universidad en general y de la Unidad en particular, incluyendo los diversos servicios de apoyo que se ofrecen. La guía se distribuye a todos los estudiantes de nuevo ingreso a partir del trimestre de otoño del 2006. Es menester comentar que la Guía fue diseñada por estudiantes del último trimestre de la carrera de Diseño Gráfico, lo que le imprimió un carácter, presentación y narrativa más cercana a los signos e identidades de los jóvenes.

Adicionalmente, desde el año 2007 se incluyó la entrega de diversos materiales de apoyo para todos los estudiantes recién admitidos. Entre ellos: Leer y escribir ¿para qué?, y El Tendedero, piezas de comunicación integradas con información sobre signos ortográficos, hábitos de estudio y sistemas de referencias. En conjunto, los documentos pretendían dotar a los alumnos de diversos instrumentos para mejorar su lectura y escritura.

Programa Institucional de Tutorías. A partir del momento en que la UAM se adhirió al Programa Nacional de Becas (PRONABES), establecido para apoyar económicamente a los estudiantes de bajos recursos económicos y con buen desempeño académico, se hizo necesario instaurar las llamadas tutorías para los alumnos becados. Cada una de las Divisiones Académicas había realizado distintas y desiguales acciones para establecer y dar seguimiento a las tutorías. Sin embargo, era preciso contar con un programa integral a nivel de toda la Unidad. De hecho, muchas instituciones de educación superior públicas del país contaban ya con programas para tal efecto, lo que les había permitido homogeneizar criterios de trabajo, contar con mecanismos de evaluación comunes y sistemas automatizados de seguimiento de los alumnos. Para formular el Programa Institucional de Tutorías, se conformó una Comisión de trabajo integrada por académicos de las tres Divisiones, la cual entregó su propuesta en 2006 y fue puesta en operación de manera inmediata. De manera paralela, en colaboración con la Universidad Veracruzana, se diseñó de una plataforma electrónica para el registro, seguimiento y comunicación de los becarios PRONABES con sus tutores y los responsables académico-administrativos del Programa, así como la generación de reportes estadísticos institucionales, la cual se puso en operación en 2007.

La Educación Virtual. El impulso sistemático para desarrollar institucionalmente nuevas modalidades educativas fundadas en las tecnologías de la información fue uno de mis propósitos. Se trataba de desplegar las capacidades institucionales de gestión, formación e innovación en el campo de la educación virtual, tendientes a lograr que una parte de la oferta educativa de nuestra Unidad se realizara y consolidara por medios virtuales, con objeto de mejorar y diversificar las prácticas docentes en los campos pedagógicos y tecnológicos, y para conseguir mayores niveles de calidad en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Con esta aspiración, en diciembre de 2005 se creó la Oficina de Educación Virtual (OEV). Sus principales objetivos fueron que el personal académico y los alumnos utilizaran de manera práctica y eficaz, los instrumentos tecnológicos y pedagógicos basados en la corriente de innovación en educación virtual; y que los estudiantes recibieran una parte de su formación a través de sistemas virtuales, con el fin de que su aprendizaje estuviera más acorde con el estilo de vida profesional que demanda la sociedad contemporánea, así como compartir modelos pedagógicos más cercanos a la zappingcultura juvenil y a la creación de comunidades de aprendizaje. Desde 2006 se inició la habilitación de académicos para que apoyaran sus cursos con el uso de Aulas Virtuales, y durante los últimos seis años se formaron a cerca de 350 profesores. Adicionalmente, la OEV se dio a la tarea de aplicar trimestralmente cuestionarios a los alumnos de las aulas virtuales, con el fin de evaluar la experiencia de aprendizaje, en aspectos tales como modalidades de uso, frecuencia e interactividad. Los resultados generales de estas evaluaciones apuntan que el 90% de los alumnos tomaría otra materia apoyada con aulas virtuales, el 75 % opinaba que el uso de aulas virtuales respondía a sus expectativas.

Programa cultural. Con base en la realización de un estudio acerca de la oferta cultural de la Unidad, a lo largo del 2006 se llevó a cabo una reflexión y definición de líneas que determinarían de las carteleras culturales. De esta manera, se establecieron indicadores que permiten analizar la oferta más allá de la organización de eventos aislados. La idea central consistía en abandonar la programación de actividades dispersas, para dar paso a la construcción de un programa cultural articulado.

Por ello, se organizó la cartelera con base en ciclos temáticos, en su mayoría de acercamientos multidisciplinarios, aunque no se desecharon aquellos de disciplinas específicas. Otra de las propuestas que se han desarrollado a lo largo de los últimos años fue ahondar en el conocimiento de la respuesta del público asistente a los eventos, tanto cuantitativa como cualitativamente. Las líneas generales en las que se enmarcaron los programas trimestrales fueron: identidades locales, identidades nacionales, identidades globales, las artes y la cultura como forma de vida. Se replantearon las estrategias de difusión, evitando la impresión indiscriminada de carteles para centrarla en pendones y algunos impresos en lugares estratégicos. Se complementó con el uso de la Web que contenía la agenda cultural semanal.

Dos políticas relevantes empleadas para procurar conseguir que los jóvenes universitarios incrementaran en calidad y cantidad su consumo cultural consistieron en primer lugar, en propiciar e invitar a los propios estudiantes al diseño y promoción de la oferta cultural, atendiendo a sus demandas e inquietudes; en segundo lugar, cuando las condiciones y el tipo de oferta lo permitía, se llevó la oferta cultural a diversos espacios abiertos dentro del campus, con lo que se logró un mayor acercamiento de la comunidad a distintas expresiones culturales. La idea central era aprovechar las plazas públicas y los jardines que son lugares naturales de encuentro de los jóvenes universitarios. Todo ello implicó enormes esfuerzos para conseguir patrocinios públicos y privados que representaron el 25% de presupuesto ejercido. El crecimiento y diversificación de la oferta cultural tuvo un impacto directo en el número de asistentes, logrando que se triplicara a un año de impulsar el Programa. Resultados que abonaron en la búsqueda de formación de públicos que me propuse desarrollar, misma que toma en cuenta desde espectadores potenciales hasta llegar a asistentes habituales y finalmente, al público conocedor.

Modificación de Planes y Programas de Estudio. Desde hace varios años, muchas instituciones han transitado hacia el diseño e implementación de currículos flexibles-menos seriaciones y más optativas-. El balance en la UAM-Azcapotzalco para el 2005 era que la Unidad estaba rezagada en ello. En el lapso de cuatro años se logró que la gran mayoría de las licenciaturas modificaran sus Planes y Programas de Estudio en esa perspectiva. Sin embargo, para garantizar que efectivamente su aplicación resultara benéfica para los estudiantes, y no sólo quedara en el papel, se realizaron de manera paralela cambios importantes en la programación horaria para abrir el abanico de opciones; también se aumentó el número de grupos en las materias más demandadas. Si una de las razones que los propios estudiantes esgrimen en los resultados de las encuestas es que su rezago escolar tiene relación con la estructura de los currículos y su administración, era imperativo tomar medidas al respecto.

Programa de Formación Docente. Si bien desde el año 2000 la Unidad inició el Programa con objeto de mantener actualizados a los profesores en métodos pedagógicos y en el uso de tecnologías para la docencia, se llevaron a efecto varias acciones adicionales, una de ellas consistió en ofrecer una línea relativa a la problemática juvenil. La idea era permear entre los docentes la necesidad de que conocieran quiénes y cómo son los jóvenes en la actualidad para conseguir que enfrentaran su labor de otra forma. Con objeto de darle mayor continuidad y fortaleza a esta área, a partir del 2007 se dio inicio a un Diplomado en Formación y Actualización Docente.

Cursos extracurriculares para estudiantes.Considerando los resultados obtenidos a través de los estudios sobre jóvenes universitarios, se ofrecen ahora de manera regular diversos cursillos a los estudiantes como, por ejemplo, “Hábitos de estudio y estrategias de aprendizaje”, “Planeación y administración del tiempo”, “La construcción del trabajo en equipo”, “Desarrollo de capacidades de expresión verbal y escrita”, “Aprender a localizar y sistematizar información”. Se trata de cursos cuyo propósito es habilitar a los alumnos para enfrentar en mejores condiciones el curso de sus licenciaturas, pues los indicadores de prácticas académicas obtenidos con las encuestas revelaban serios problemas en la posesión de habitus escolares consistentes entre amplios sectores de la población.

Internet inalámbrico.Hacia 2005 la mayoría de los estudiantes contaba con computadora, muchos de ellos portátil, pero carecían en sus hogares de conexión a internet, insuficiencia fundamental para realizar sus trabajos escolares y constituirse en ciudadanos culturales, y en el plantel sólo podían conectarse en las salas de cómputo. Para “conectarlos” de manera masiva, la Unidad invirtió recursos financieros considerables para lograr que en un lapso de dos o tres años todo el campus contara con red inalámbrica, propósito que se ha cumplido, lo que ha significado no sólo proporcionarles mayores facilidades de acceso, sino también logar un mayor arraigo de la población en la propia Universidad.

Programa de Orientación y Promoción de la Salud. Teniendo conocimiento de la problemática de salud que enfrentan los jóvenes mexicanos, gracias en parte a las Encuestas Nacionales de Juventud y a la aplicación de un Examen Médico Automatizado (EMA) con el apoyo de la UNAM a todos los alumnos de nuevo ingreso, se logró conocer las características de los alumnos en torno a dos aspectos centrales: las condiciones generales de salud física y mental y los factores de riesgo y de protección de mayor impacto para su bienestar de acuerdo a sus estilos de vida. De ello, se impulsaron diversos subprogramas específicos, varios en colaboración con organizaciones especializadas externas a la Universidad en asuntos como hábitos de alimentación, sexualidad responsable, adicciones, etcétera.

3 Conclusiones.

Para concluir, me gustaría señalar que los jóvenes universitarios no son un dato dado, sino una categoría social en continua construcción, lo que supone romper con definiciones esencialistas o estandarizadas, para colocarse en el análisis de las interacciones, las identidades y las configuraciones juveniles múltiples, lo que a su vez permite comprender la enorme diversidad que puede caber dentro de la categoría jóvenes universitarios.

Los jóvenes universitarios comparten el hecho de pertenecer a un grupo social que los sitúa en el tiempo y el espacio: la escuela. Participan de un mundo donde ser estudiante forma parte de un proyecto de vida, pero cuya mayor o menor organicidad identitaria se articula de manera compleja entre los dispositivos propios de la institución escolar y las diversas disciplinas científicas y humanísticas que la componen, así como en los diversos modos en que los propios jóvenes construyen sus identidades y coincidencias afines. Pertenecer a la institución escolar no hace de los jóvenes un sujeto único, la multiculturalidad y la heterogeneidad social es una característica propia de los jóvenes universitarios. Este es un principio analítico indispensable que considero debe sostenerse invariablemente en todo trabajo de investigación empírica.

El rol de estudiante tampoco es un dato dado por el simple hecho de que los sujetos estén matriculados en una institución de educación superior. Los actores se socializan de múltiples formas y experiencias educativas y culturales, conformando una amplia y diversa gama de relaciones, de estrategias, de prácticas, de redes culturales, de significaciones, frustraciones y expectativas sobre su presente y su futuro. En este sentido, cualquier aproximación desde de las ciencias sociales para comprender a los jóvenes universitarios debe fundarse también en una perspectiva que, al menos, ponga en duda la supuesta “incorporación” pasiva de los sujetos a los códigos y rituales de la institución escolar.

De poco o de nada sirve que hablemos de equidad en el acceso a la educación superior, y que las cifras oficiales de nuestros sistemas, particularmente en el caso mexicano, nos reiteren los avances en la cobertura educativa, si dejamos de lado las condiciones de acceso en la que llegan miles de jóvenes, y peor aún, los magros resultados educativos logrados porque buena parte de esos jóvenes no concluyen sus estudios.

Entretejidas de manera compleja, el análisis de las prácticas sociales asociadas al trabajo escolar y las relacionadas con el consumo cultural, tanto dentro como fuera de los establecimientos escolares, permite la identificación y construcción de diferentes y heterogéneos perfiles en los que puede caracterizarse a los jóvenes universitarios, cuestión que no sólo tiene un propósito investigativo en sentido estricto, sino también político. En la medida que las autoridades educativas y el profesorado conozcan y reconozcan plenamente la diversidad de eso que llamamos comunidad universitaria, estaremos en mejores condiciones para enfrentar la difícil tarea de diseñar e implementan políticas académicas acordes a ello.

El máximo error que podrían cometer las universidades sería instalarse en el beneplácito de lo obtenido, o peor aún, como ocurre en importantes sectores, en la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”, en particular cuando pensamos en los estudiantes. Vivimos una nueva época, los jóvenes universitarios de hoy son distintos y más heterogéneos, hay que conocerlos. En la medida que asumamos la existencia de una amplia diversidad en sus perfiles, que comprendamos que su mundo de vida no se reduce a la institución escolar, que enfrentan un presente y futuro poco prometedor, estaremos en mejores condiciones para contribuir en su formación como profesionistas competentes, ciudadanos cultos, democráticos, tolerantes y con responsabilidad social.

Referencias

Astin, A. W. (1997). What Matters in College? Jossey Bass Publishers. San Francisco. USA.

Coulon, A. (1995). Etnometodología y educación. Paidós. Barcelona, España.

Coulon, A.(1990). Le Métier d’ etudiant, Approchesethnométhodologique et institutionnelle de l’ entréedans la vie universitaire. PressesUniversitaires de France. Paris.

Díaz de Rada, A. (1996). Los primeros de la clase y los últimos románticos. Una etnografía para la crítica de la visión instrumental de la enseñanza. Siglo Veintiuno Editores, España.

Elrich, V. (1998).Les nouveaux étudiants.Ungroupe social en mutation. Armand Colin. París.

Erickson, F. (1975). “Gatekeeping and the Melting Pot: Interaction in Counseling Encounters”, en Harvard Educational Review. #45.Harvard University Press. Boston, U.S.A.

McDermott, R.P. (1976). Kids Make Sense: An Ethographic Account of the Intercational Management of Success and Failure in one First-Grade Class-room. Tesis doctoral, Departamento de Antropología, Universidad de Stanford.

Pascarella, E.T. y Terenzini, P.T. (1996). ”How College Makes a Difference: A Summary”, en College Students: The envolving Nature of Research. ASHE Reader Series.Simon and Schuster Custom Publishing. U.S.A.

Pascarella, E.T. y Terenzini, P.T. (1991). How College Affects Students. Jossey-Bass Publishers.San Francisco, U.S.A.