75 Años de la Cucarachita Mandinga de Rogelio Sinán

Prof. Héctor Collado
Difusión Cultural
Universidad Tecnológica de Panamá

image

La obra literaria de mayor trascendencia en la historia de las letras nacionales es sin duda La farsa para niños, La Cucarachita Mandinga, de Rogelio Sinán. Escrita por la década del 30 se estrenó por primera vez un ocho de diciembre de 1937 en el Teatro Nacional. Desde entonces, recorrió los centros urbanos más importantes del país con rotundo éxito y pertenece al imaginario colectivo por cuenta propia.

La Cucarachita Mandinga es de origen africano, según aseveración del propio Sinán, quien reali- zara un estudio sobre el tema: Divagaciones sobre la fábula de la Cucarachita Mandinga y sobre la posible resurrección de Ratón Pérez (Revista Lotería No. 221). En la publicación anota: “El mismo título del cuento hace pensar en su prosapia africana. Los mandingas son una raza negra de la región del alto Senegal y del alto Níger que comprende los bnmaras, los malinkés y los solinkés”. Se cumple con explicar la razón por la cual el personaje aparece en fábulas simi- lares, sobre, todo en el Caribe.

El cuento es una propuesta muy sencilla. El personaje encuentra una moneda y piensa primero en engalanarse (Si lo compro en cinta se me gasta…) para luego buscar un pretendiente, protagonizado por animales, que es la esencia de la fábula, y representan conductas humanas que ella termina de rechazar para finalmente irse, o mejor quedarse con el ratón… Expresa la obra las necesidades económicas y sexuales de los vivos, pero la maestría de Sinán le llevaría, más tarde, convertir la representación en un texto de formación nacionalista, otorgándole sentido al reclamo soberano de los panameños.

image imageimage image

Sin lugar a dudas, el hecho de que el trabajo literario estuviera acompañado, para la puesta en escena de 1965, por titanes del arte, la danza y la música como lo fueran Juan Manuel Cedeño, responsable de la escenografía; Blanca Korsi de Ripoll, coreógrafa y el inmenso Gonzalo Brenes, responsable de la música, dieron como resultado su permanencia en el tiempo y en la memoria.

En el mismo diciembre de 1937, la crítica destacó su “sabor vernacular, gorjeada por gritos y salomas, el temblor de añoranzas de un cuento, para entonces bisabuelo, popularísimo, elevado a pieza de arte excelso. Sinfonía cómica infantil, tiene el valor de una luminaria: emocionante para los grandes, hila- rante para los niños, y permeada de promesas para los que quieren ver en la semilla la posibili- dad de un árbol.

El maestro Sinán deja eternizada en esta obra la calidad de su sensibilidad, la elevación de su magisterio artístico.

image