María Raquel López y el arte para vivir
El arte ocurre, como un nacimiento
Prof. Héctor Collado
Coordinador de Difusión Cultural Universidad Tecnológica de Panamá
El ser humano necesita expresar los universos de la emoción. El espíritu se las ingenia para dictar las claves de un lenguaje que será personal, por sobre todas las cosas, y dejará salir desde un rincón del alma: palabras, objetos, y expresiones.
Es así como María Raquel López se ha encontrado con ese otro lado engendrador de belleza que se merece,y lo ha hecho entregándole sus manos y su afán escrutador a la pintura, específicamente de caballete.
Hace pocas fechas se presentó, con singular éxito, una muestra de su trabajo plástico causando admiración y respeto de parte de quienes tuvieron la oportunidad de celebrar su apetito visual con los paisajes, retratos y los bodegones de esta sencilla maestra de pocas palabras y de muchos talentos.
A menudo el ser humano se encuentra con la necesi- dad de decir un poco más. En el camino es bendeci- do por aquellos obsequios del talento y la perseve- rancia y en un ejercicio de gratitud los comparte con el resto de los mortales. Quiero pensar que esto le acontece a María Raquel, quien superando la timi- dez se atrevió a mostrarse en público con una obra merecedora de elogios por su colorismo, sus audaces composiciones, su apuesta al paisaje interiorano, sus fabulosas marinas y, en al- gunos casos, sus objetivos vegetales. Incluye en sus intereses la esencialidad de los objetos pequeños y entrañables de sus natura- lezas muertas o sus bode- gones.
El arte ocurre, como un nacimiento. Las destrezas del artista son producto de un importante conoci- miento de las estructuras, las texturas.
Una ruta de búsqueda y descubrimiento, un poco de frustración porque el color que queremos no nos alcanza para pintar lo que se quiere decir y la ilumi- nación del hallazgo como una estrella fulgurante al fondo de la tela. La pin- tura se hace para ver, para escaparse mar adentro, para subir a las estrellas fundamentales de la emo- ción y comunicarme con el otro. Frente al bastidor en blanco hay un algo por in- ventar, por descubrir. Algo que se completará cuando miremos con los ojos me- tidos en el tacto.
Con los cuadros de María Raquel hay que aprender a oír, esta es su propuesta de viaje. Lo que mira, lo que toca lo vuelve color, forma, suspiro, y eso nos hace nuevos, nos hace grandes a los que tuvimos la oportunidad de acercarnos a su arte para hacer arte.